Marily

Para Marily el día no había comenzado nada bien. Para empezar el despertador no había sonado y aunque había corrido como nunca, había llegado cinco minutos tarde. Cinco minutos que le habían costado la primera regañina del día.

Al Director de Recursos de su empresa no le gustaba nada la impuntualidad, aún cuando estaba agotada, literalmente, de hacer horas extras, no pagadas, ni siquiera con un agradecimiento o un “buen trabajo”.

Para más inri tenía que aguantar que la miraran el culo, mientras sonreía como una idiota a todo el mundo. “Eres lo primero que ven de esta empresa, y quiero que vean una sonrisa, a gente amable y simpática”, eso le había dicho el Sr. Rupérez mil veces. Así que nada más sentarse en su puesto, frente al ascensor de la decimo quinta planta del edificio Salomé, el más alto de todo el recinto, Marily sonreía aunque no tuviera ninguna gana.

Para colmo le habían llamado del hospital justo cuando estaba en el baño. Había estado esperando la llamada y aguantando hasta que no pudo más. Justo en ese momento habían llamado y ¿quién lo cogió? La más entremetida de todos sus compañeros.

-         Marily, preguntan por una tal Felipa García ¿conoces a alguna?

Le hubiera metido el boli en el ojo en ese preciso instante, pero decidió seguir sonriendo, coger el teléfono y contestar lo más tranquila posible.

-         Sí dígame...sí, soy yo...

Sus esfuerzos por ocultar su nombre durante más de un año, acababan de fulminarse. En unas horas toda la oficina conocería su verdadero nombre. Y además las pruebas habían dado positivo.

Bien, no es el fin del mundo. El cáncer se cura y está pillado a tiempo. Hay que seguir adelante.

En ese momento entró por la puerta  una mujer bajita, regordeta, vestida muy elegantemente de rojo. Marily dejó aplazados sus pensamientos, hizo de tripas corazón y sonrió.

-         ¿En qué puedo ayudarla?

-         Buenos días. Tengo una cita con el Director de Personal. Soy Gisela Rivera.

-         Un momento por favor.

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