Gisela

Caminó con paso firme, aunque en realidad estaba aterrada y nerviosa, muy nerviosa. Gisela Rivera era realista y sabía que no iba a ser sencillo. Estaba en un mundo de hombres y había mucho que cambiar, los cambios no suelen gustar a los empleados, no se lo iban a poner fácil. Respiró hondo, se abrieron las puertas del ascensor y salió.

La señorita de la entrada era muy mona, alta, esbelta y tenía una sonrisa amplia y tremendamente... falsa.

-         ¿En qué puedo ayudarla?

-         Buenos días. Tengo una cita con el Director de Personal. Soy Gisela Rivera.

-         Un momento por favor.

Mientras caminaba por los pasillos se dio cuenta de lo poco que pegaba ella en ese lugar. Todos iban vestidos de gris, azul marino, negro... Ella había elegido un traje de chaqueta rojo. Pero lo que más la inquietó es que todos eran jóvenes, guapos y altos ¡muy altos! Gisela rondaba ya los cincuenta, era bajita y regordeta. Comenzó a sentirse insegura y nerviosa a cada paso que daba.

Cuando llegó ante el despacho, dio dos toques en la puerta y sin esperar a que le dieran paso entró en la amplia y luminosa estancia:

-         Buenos días Sr. Rupérez, soy ...

-         Sí, sí, hola, hola, pasa, siéntate... veamos. Empiezas hoy ¿no? Pues debes conocer tres cosas importantes. La primera nada de atuendos impropios, colores estridentes, faldas demasiado cortas y demás, segundo no se entra en mi despacho si no te lo digo yo y tercero la puntualidad es importante, por si no te has dado cuenta llegas media hora tarde...

Sorprendentemente muy lejos de empequeñecerse, Gisela comenzó a estirarse en el asiento. ¡Cómo le gustaba esa sensación! el momento del resurgir del Ave Fénix. Tomó impulso, volvió a respirar profundo, se levantó y con las manos apoyadas en la mesa y ligeramente inclinada hacia el Director de personal, con voz firme y serena, le contestó:

-         Disculpe Sr. Rupérez antes de que siga hablando y pueda arrepentirse, tengo tres cosas que decirle. La primera soy la Sra. Rivera, Gisela Rivera, la nueva Consejera Delegada, segundo no me vuelva a tutear si yo no se lo autorizo y tercera enséñeme mi despacho porque me temo que tengo mucho que hacer aquí.

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