Hay un restaurante en Avilés al que me gusta ir siempre
que puedo. Cocinan unos champiñones a la
riojana exquisitos y una carne a la piedra de primera calidad. Si vais os
recomiendo también el pescado. No puedo, además, dejar de destacar como cortan el jamón y la cecina, expertos en esta materia.
Llevo años disfrutando del lugar, más de diez, menos de
veinte, e inevitablemente me trae
recuerdos. Entiendo que como os lo he pintado estaréis pensando que todos
buenos. Pero la verdad que el universo de
la memoria es libre y a veces caprichoso. Puede ser un olor, un momento, una
imagen,... cualquier mínimo detalle puede evocar viejas historias, buenas o no tanto.
En este caso tengo que confesar que en las últimas ocasiones en las que he
ido, los primeros minutos han sido tristes.
Sábado, medio día, mientras estaba sentada en el magnífico
salón del Albarin, buceando por la carta como si fuera a encontrar algo nuevo
que pedir, cuando realmente voy allí con mi objetivo alimenticio ya definido,
volvía a mi memoria una vez más, un amigo, nuestro amigo Tomás. Durante años,
siempre que íbamos a Avilés y quedábamos con él, procuramos hacerlo muy a
menudo, cenábamos allí. Siempre pedíamos champiñones a la riojana, un buen vino
y a veces también unos magníficos calamares. Siempre invitaba él y siempre nos
trataba con mucho cariño.
Hace ya dos años que falleció, el cáncer se lo llevó,
tras más de cinco años de lucha, de momentos malos y de muchos períodos de
esperanza. Se fue de forma discreta, sin avisar, sin molestar... y no volverá.
No puedo evitar mientras disfruto de una comida
excelente, mientras saboreo el vino que acertadamente nos han recomendado,
acordarme de él y aunque feliz por los momentos buenos y sobre todo por haberle
conocido, me invade la melancolía.
Sé que es contradictorio, pero me gusta ir al Albarín,
disfrutar de la compañía, lo que más, y recordarle.
Me ha costado mucho publicar esta entrada, no es fácil,
para nadie, decir adiós.
RONNI JAMES DIO - DREAM ON
