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sábado, 14 de diciembre de 2013

Despertar

Estuvo tranquila hasta ese momento, despierta pero en calma. Inmóvil, como petrificada, tan solo los ojos abiertos mostraban rastros de su actividad, alertos a cualquier movimiento. Ojos de cazador nocturno que como dos faroles verdes guardan la oscuridad.  Había llegado el momento de levantarse, estaba a punto de amanecer. Mansamente, pero con movimientos ágiles y decididos se desplazó  hacia el bulto que había debajo de las sábanas. Se acurrucó con el lomo apoyado en el cuerpo que yacía oculto bajo las telas  y el lado derecho sobre los cálidos pliegues de la cubierta y comenzó a realizar el ruido. Empezó como un susurro apenas perceptible que fue aumentando el volumen hasta hacerse plenamente audible. Una especie de ronquido sin pausa. De repente de debajo de la sábana apareció  un brazo largo y delgado que posó su mano en su vientre, acariciando delicadamente su pelaje, en ese instante aumentó el volumen de la vibración, ahora era claramente perceptible.  Estiró las patas para dejar más espacio a la mano y movió su cabeza con ligeros toques para que la mano subiera sus caricias al pecho y el cuello.
Era su momento preferido del día, el despertar. Así podría quedarse toda la mañana, pero sabía que en breve el humano se levantaría y comenzaría su actividad frenética, por lo que disfrutó de cada segundo de caricias, como si fuera el último.
De pronto sonó: Un gran estrépito que dañaba sus oídos, una música monótona y aguda que distorsionaba la calma del momento. El humano se dio la vuelta hasta quedar boca arriba  y comenzó a destaparse. Con la mano libre y sin dejar de acariciarla, paró de un golpe seco el ruido perturbador. Encendió una tenue luz naranja y comenzó a estirarse. Se acercaba el final y ella lo sabía, se incorporó rápida y se acercó más a su rostro, con movimientos suaves, golpeaba con el hocico y el cuello su cuerpo, para que siguiera atendiéndola y lo consiguió por unos breves instantes, hasta que el humano dejó de acariciarla para impulsarse con las dos manos e incorporarse en la cama. Sentado en el borde, la cogió con dulzura y la apoyó entre sus brazos, como si fuera un bebé. Continúo acariciándole, porque lo que ella no sabía es que era sábado.
El ronroneo no tuvo final.
SKID ROW - I REMENBER YOU

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