Murió, no me lo podía creer, pero murió. Ni podía encenderlo, ni cargaba, ni nada. Busqué otro cargador, cambié la batería, intenté resetearlo, sin éxito. Había fallecido.
No voy a entrar en todos los contactos que he perdido y las fotos que no recuperaré, entre otra información importante, porque recordarlo sería muy deprimente. Mucho más que vivir tres días sin móvil.
Sin vida social. Qué triste, pero actualmente la vida social se organiza a través del móvil. Así que he tenido que replantear las comunicaciones e interacciones con la gente. Lo primero que hice fue avisar de que estaba incomunicada, para que nadie pensara que me he vuelto autista. Como anécdota graciosa os cuento que me llegó un correo electrónico de una amiga que simplemente decía ¿Y ahora cómo te localizo? La verdad que una se siente importante cuando alguien se preocupa así.
Os cuento como ha sido mi vida sin móvil:
Al principio me embargó una sensación de angustia, que pasó a ser inseguridad, para terminar en resignación.
En el trabajo no me dio tiempo a echarlo de menos, estuve demasiado entretenida. Cuando sales a la calle es cuando más lo necesitas. Es una sensación rara no escuchar los pitiditos de que te ha entrado un Whatsapp o algo nuevo en Facebook. Sin duda, lo peor es cuando te paras a pensar qué harías si tienes que hacer una llamada urgente y no tienes móvil ¿Dónde hay una cabina? ¿Y si no hay posibilidad porque te quedas encerrada en el ascensor? Más grave todavía ¿A quién llamo? ¡¡Si solo me sé tres teléfonos de memoria!! Pero una vez agotados todos los malos presagios te das cuenta de que se puede vivir sin él. Al menos durante tres días y siempre que el ascensor funcione.
El recuerdo más triste es la sensación de que te falta algo mientras esperas en el punto acordado a la persona con la que has quedado y no puedes enviarle ningún mensajito: “me quedan dos paradas” ,“ya he llegado” ,“Te espero dentro con el aire acondicionado”...o no poder comunicarte con tu familia “¿Qué tal tiempo hace por allí?” “¿Cómo lo estáis pasando?” “Enviar fotos”... En definitiva, esa desoladora sensación de no estar conectada.
No se ha roto, nunca se me ha caído y lo tengo tan mimado y cuidado, que parece nuevo. Simplemente se ha muerto. Lo llaman la muerte súbita de Samsung. Eso duele, porque después de SIETE meses juntos, nos habíamos cogido mucho cariño.
Ya, ya sé que no hay que dramatizar, me lo arreglan y lo vuelvo a tener, está en garantía. Lo malo es que tardan mucho ¡¡¡un mes!!!!
Ahora tendré que adaptarme al viejo móvil, el de las teclas y la mini pantalla, es tan pequeño que voy a tener problemas para encontrarlo en el bolso. Eso sí, podré decir eso de que tengo un móvil vintage.
En fin, lo dicho, resignación, que un mes pasa volando.
Es increíble cómo han cambiado las cosas y cómo podemos depender tanto de un artilugio que hace unos años no existía y evidentemente podíamos vivir perfectamente sin él. Nos hemos hecho totalmente dependientes de las nuevas tecnologías y no sé yo si será bueno o malo. Besitos. Eva
ResponderEliminarSí, estoy totalmente de acuerdo contigo y el problema fundamental es que ya no podemos ir hacía atrás.
Eliminar