Una ratita, no se sabe si presumida o no, se ha presentado en casa de Sandra. En realidad es una vieja amiga, que hacía tiempo que no veía. Aparece donde menos te lo esperas, como la vecina chismosa del tercero.
Sandra nunca ha tenido el valor suficiente para enfrentarse a ella, pero en esta ocasión decidió que ya era hora. Ni es su sitio, ni es saludable tenerla por la casa ¡Quizá no pueda con la vecina, pero sí podría con este roedor!
Lo más difícil para Sandra sería encontrarla, es impredecible, como su vecina, nunca ha sabido cómo lo hace, pero allí está, en el momento más inoportuno para ti, dispuesta a enterarse de todo y hacerte la vida imposible.
Al final optó por esperar a que la ratita decidiera volver a salir, a dar un paseo por la cocina. Entonces con escoba en mano la barrería fuera de su hogar. ¡Qué desahogo! ¡Harta me tienes de tus chismes!
Tras mucho tiempo de espera y silencio, parecía que la ratita había decidido irse por sus propias patas. Mejor, no iba a ser agradable.
Para celebrarlo, Sandra se fue a preparar la merienda, ya tenía hambre. Café, zumo de naranja, algo de chocolate, le apetecía algo con chocolate.
Allá fue Sandra dispuesta a hacerse unas tostadas calentitas con nocilla y cuando abrió el cajón del pan ¿a que no sabéis qué se encontró?: ¡otra vez, la vecina!
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