De todos es sabido que los gatos pertenecen a las casas. Los perros son de los dueños, pero los gatos son de las casas. Yo siempre digo que vivo en casa de mi Emily.
Les cuestan los cambios. Son animales de costumbres, de olores, de rutinas.... bueno, cómo muchos humanos también ;)
Al grano. Sí, me he mudado. Con gatita incluida, por supuesto ¡Es lo más importante de la casa!
La historia reducida puedes escucharla en Tik TOK aquí:
https://vm.tiktok.com/ZMN1tfmBX/?k=1 (me puedes seguir incluso, es gratis :))
No obstante, te lo cuento más detenidamente:
Emily en su nueva casa |
Antes de la mudanza leímos mucho sobre el tema y hablamos con la veterinaria para ver si nos daba algún consejo. Lo que sacamos en claro son dos cosas importantes: La primera que una casa nueva con un montón de gente descargando cajas alrededor no es el mejor escenario para un gato y la segunda es que como nunca ha viajado en coche, excepto con seis meses cuando la adoptamos y la trajimos a casa (hay que informaros de que Emily tiene ya nueve añazos, sería bueno darle algún calmante.
Bueno, lo compramos, una pastillita enana que nos costó 1€, el euro más desperdiciado, porque no la utilizamos. Me dio pena dormirla y además los gatos tardan mucho en expulsar de su cuerpo la química y no me apetecía que estuviera una semana medio grogui.
Para empezar, nos fuimos con ella a la nueva casa una semana antes de la mudanza. Como ya teníamos la cocina y la cama decidimos hacerlo así. El viaje en coche tuvo dos partes. Una primera en la que no paró de maullar hasta quedarse afónica y otra en la que desistió y descansó. Tampoco fue un viaje muy largo, no creo que llegara a las dos horas.
De la casa lo que más le gustó sin duda fue el baño, porque ese quedó en una esquinita prácticamente toda la semana. De hecho, tuve que llevarle el agua y la comida allí.
Al final de la semana conseguimos que de vez en cuando, saliera del baño y se metiera bajo la cama, pero duró poco. Justo a la semana siguiente hicimos la mudanza y por supuesto la dejamos encerrada en el baño, porque el jaleo de los operarios, las cajas, las puertas y ventanas abiertas... en fin. Íbamos a verla y a acariciarla cada diez minutos, pero ahí se quedó tiritando y no era de frio. ¡Pobrecita!
Durante las siguientes semanas empezó a salir algo por las noches, pero no mucho. Sobre todo, se metía en las cajas abiertas de la mudanza, tampoco visitó mucho la casa.
Por el día como siempre teníamos visitas (que si el fontanero, que si el del gas, que si hay que poner en marcha la cocina, la wifi, etc.) así que ella seguía atrincherada en el baño y por las noches se iba de expedición, pero solo por la planta de abajo y muy cauta.
Un día la subí en brazos a la de arriba y salió disparada como si la persiguiera el diablo, así que pensé que lo mejor no era forzarla.
Ya le cambiamos la comida a la cocina, y el agua también, aunque sigue teniendo bebedero en el baño, de hecho, es el que más usa.
A la quinta semana el cambio fue visible, se lo pasaba mejor. Saltando de caja en caja, inspeccionando tímidamente.
¡¡¡A la sexta y sin casi cajas y casi todo el mobiliario pues ya estaba en su salsa!!!
Encontró todo tipo de escondites. Hubo un día que yo pensé que se había teletransportado porque no la encontraba por ningún lugar jejeje. Por supuesto ya subía a la segunda a planta y no sabéis a qué velocidad.
¿Y cómo está ahora os preguntaréis? Pues tras casi dos meses de mudanza su nueva casa ya es suya. Es como su parque de atracciones, sube baja, se tira desde arriba y por supuesto si vienes a visitarnos, se acercará para ver qué haces en su casa... prudentemente de momento, eso sí.
¡¡¡Bienvenidos a Emily House!!!!
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